El bochorno y fragor de los trópicos nos dio la bienvenida cuando llegamos a Santa Marta, la caribeña y cadenciosa ciudad colombiana.
Después de varios días de viaje a través de tortuosas y solitarias pistas de tierra, atravesando valles y sinuosos pasos de montaña, vadeando ríos y tragando polvo... aparece como un "espejismo", el Bagdad Café.
Estábamos exhaustos cuando llegamos a la hacienda “La Primavera”. Desde que hace varios días saliéramos de Salento, la idílica población rodeada de cafetales en las faldas andinas del Quindío, no había parado de llover.
Habíamos estado caminando en el nudo de montañas más salvajes que hasta la fecha había conocido, ese rincón del planeta donde se unen el Karakórum y las montañas del Hindú Kush.
Hemos llegado a Kasgar a través de una ruta legendaria y milenaria. El oasis de Kasgar es un cruce de caminos en el medio de los desiertos de Taklamakán y bajo las heladas cimas del Kongur y del Muztagh Ata.