Cae la tarde en Oulad Ali

Cae la tarde en Oulad Ali

Oulad Alí es un pueblecillo casi perdido a los pies del Bou Nasseur, la montaña más alta del Medio Atlas. 

Damos un paseo por el pueblo, muchas casas presentan un estado de abandono, sus habitantes ya viven en Casablanca, Francia o España. El muecín, un abuelo entrado en muchos años nos enseña la mezquita. Es la primera vez en más de treinta años de vagabundeo por Marruecos que me invitan a entrar. Al poco llama a la oración, acuden algunos viejos. Unos niños juegan a la pelota ante la mirada casi perdida de varios paisanos recostados sobre las paredes de un viejo muro de adobe. Un perro ladra y un gato se cuela por el boquete de una puerta. Dos abuelos ven caer los últimos rayos de luz, hoy como en toda su vida y unos jovencillos repeinados van a no se dónde. Unas cuantas bombillas se encienden y dan un suave tono cálido al ribazo. Llega una vieja furgoneta con viajeros y mercancías y a su lado se observa un poco de acontecimiento social en la ya casi dormida aldea. De regreso a la gite entramos en un recién inaugurado cafetín, donde los paisanos fuman kif y juegan a las cartas bajo una bufanda del Barcelona, la única concesión a la decoración del espartano recinto. La noche llega y con ella la aldea permanecerá en silencio, esta noche como tantas.

Oulad Alí, Marruecos. Febrero 2017.

© Faustino Rodríguez Quintanilla, texto y fotos.

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