Las últimas luces del día en un poblado Hamer

Las últimas luces del día en un poblado Hamer

“Naciones, nacionalidades y pueblos del sur” es el pomposo nombre que recibe una vasta región de más de cien mil km cuadrados que guarda en su interior una extraordinaria diversidad cultural y etnográfica. 

La población está compuesta por dieciséis millones de personas (se puede decir que más o menos pues dudo que haya un censo acertado al efecto) y existen 45 grupos etnolingüísticos. Gran parte de todas estas tribus se asientan en la zona llamada Omo Sur pues es la presencia del río del mismo nombre el que vertebra la región. Omo Sur es totalmente fantástico. Al descender de las tierras altas etíopes te adentras en un mundo que ha cambiado muy poco desde el comienzo de los tiempos. En pocos km  se suceden los poblados, cambian las costumbres, los trajes, los peinados, los aderezos, casi el color de la piel, las facciones… Te preguntas mil veces como se han mantenido hasta la fecha estas poblaciones en este equilibrio… Las palabras que siguen están recogidas en mi “Diario de Viaje” y en ellas relato la caída de una tarde en una aldea…

“En la tarde hemos llegado a un poblado Hamer. Las mujeres tienen mirada de avispa, lo que denota sus poderes de mando y con el pelo forma pequeñas trencitas que embadurnan en grasa. Muchas van con los pechos al aire y los niños corretean en pelota picada. Son muy simpáticos y juguetones y no les importa, como a mí, los centenares de moscas que revolotean por nuestras caras y ojos intentándose meter en cualquier orificio de nuestro cuerpo. Me gastan bromas y yo les correspondo. Uno incluso se ha empeñado en hacerme una foto y yo le poso sacándole la lengua lo que le provoca una gran carcajada. Mientras, la tarde va cayendo plácidamente. Nubes de tormenta cierran el horizonte y entre los huecos se van colando los últimos rayos de sol. El cielo se torna en mil colores, rojos, violáceos, amarillos, purpura y la aldea se llena de una luz mística. Algunos pastores regresan con sus rebaños y los niños aprovechan la última luz para seguir jugando, cantando y chillando. Por un momento, se respira África en todo su esplendor, cae un rayo y ruge la tormenta. No he podido tener mejor broche de cierra para este día africano. Dentro de poco, con la oscuridad, todos los habitantes se cobijarán en sus chozas, los niños dormirán arrullados los unos con los otros y se hará el silencio. Así es y así ha sido desde hace miles años”.

© Faustino Rodríguez Quintanilla, texto y fotos.

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