UN DÍA ALPINO

Huele a hierba fresca, a heno recién cortado y a mierda de vaca mientras seguimos las trazas del llamado “Camino Real”, una senda que parte de Manlinchen...

...estación alpina por encima de Grindelwald, situada en la Suiza “más” Suiza, la de los prados de alta montaña, la de los “alpages” y las grandes cimas decorando el paisaje; la cara norte del Eiger, el Monch, la Jungfrau… Nos vamos cruzando con muchos senderistas y sobre todo japoneses que vienen a ver los territorios de “Heidi”. Los japoneses se mueven juntitos como hormigas, visten estrafalarios trajes y zapatos como para ir al supermercado de la esquina. Encontramos a gente muy mayor que supera las pendientes pasito a pasito en un esfuerzo grande de superación; imagino que sus pies han recorrido muchas montañas de la Tierra. Embelesados con la mirada en el mundo de los glaciares no nos hemos dado cuenta que hemos llegado a Kleine Scheidegg. No me canso de mirar la cara norte del Eiger, tantas veces admirada, tantas hazañas leídas, tantos sueños de juventud, cuando leí el libro “Los tres últimos problemas de los Alpes”. Aprovechamos para tomar una buena jarra de cerveza en la terraza del histórico hotel “Bellevue des Alpes”. Desde aquí los turistas del siglo pasado, entre los años “treinta” y “cincuenta” seguían la evolución de las cordadas y muchas veces las tragedias que con frecuencia se sucedían en la “cara norte” del llamado “Ogro”, la “Eigernorwand”, en la época dorada del Alpinismo. Tras la cerveza seguimos nuestro camino a través de fuertes pendientes y entre prados salpicados de flores. Los glaciares del Monch y de la Jungfrau brillan como gemas de plata con el sol del medio día. Vamos hacia la base de la pared para recorrerla por un sendero recientemente habilitado, el llamado “Eiger Trail”. Nos asomamos a los abismos y recuerdo que hace ahora 31 años acampamos aquí, con la intención de escalar la cara Oeste, ¡pura inconsciencia de juventud!. Al poco, encontramos el “Memorial del Eiger”. Los suizos, maestros del turismo de montaña, han hecho un lago artificial y varios monumentos situados al pie de la pared. Junto al lago, grandes piedras de granito tienen grabados los nombres de los alpinistas que dejaron aquí sus vidas. Entre ellas, encontramos la dedicada a la mítica cordada de Ernesto Rabadá y Alberto Navarro, dos jóvenes promesa españoles que murieron cerca de la cima en el año 1963, acariciando un sueño. Hace algo de calor y a la sombra de una reproducción de “cabaña Mittelegi” bebemos agua y nos zampamos unos tomates y una lata de sardinas. Ya tan sólo nos queda seguir la traza de este maravilloso sendero que discurre exactamente debajo de la histórica pared. Un escalofrío de emoción me recorre el cuerpo cuando mis ojos se dirigen a sus rocas: la “Araña”, el “Tercer Helero”, “la Rampa”… . Muy abajo me recreo viendo los prados calentitos de Grindelwald y los grandes bosques de píceas, mientras caminamos felices entre olores dulzones de hierba y flores y al rumor de las numerosas torrenteras que bajan de los heleros. Cae la tarde cuando llegamos a Alpiglen y tomamos el tren “cremallera” a Grund. Han sido diez horas de excelente verano alpino.
Grindelwald. Alpes suizos. Julio 2015.


Jerez, Agosto 2018.
©Texto y fotos: Faustino Rodríguez Quintanilla.

Con Manuel Figueroa

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