Estábamos finalizando un periplo que comportó muchos días caminando, los colores y luces cálidas de un otoño que se avecinaba cercano estaban llegando a estos confines del Himalaya. Esas luces, colores y olores producen beatitud en el viajero que realiza un gnaskor, como en el Tíbet se describen las peregrinaciones: “saberse superfluo, sin prisa y sin meta remunerada mientras se va de un sitio a otro”, en palabras de Peter Mathiessen; lo que algunos han llamado el “Zen del caminar”.

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