Si has estado toda la mañana visitando el nuevo Dubái, entre las torres de hierro, cristal y hormigón, bajo los edificios retorcidos, entre el laberinto de autopistas o fijando la mirada en las flechas de acero que quieren horadar el cielo de Alláh, no te puedes imaginar que muy cerca de esto aún permanezca vivo un trozo del viejo Dubái.

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