Durante muchos años, uno de mis viajes soñados fue India y sobre todo tener la oportunidad de visitar La fundación Vicente Ferrer en Anantapur. Y por suerte, no ha sido solo una vez sino dos las que he podido disfrutar de una estancia allí. Consecuencia de estas visitas son los apadrinamientos que a nivel personal y por parte de la empresa Viajes Alventus llevamos a cabo desde hace varios años. Una espinita sí que me queda, no haber conocido a Vicente Ferrer, solo, visitar su tumba un lugar donde se siente algo especial.
Afortunadamente, he tenido el honor de conocer a su mujer Anna Ferrer y su hijo Moncho. Estar cerca de ella en una charla informal es como entrar en otra dimensión. La dulzura con la que habla no representa la fuerza y voluntad que durante años le ha llevado a seguir a su marido en cada etapa desde el comienzo de la Fundación, resolviendo cada problema y salvando cada obstáculo que les pusieron en su camino sin desfallecer. Una mujer a la que admirar, con solo 16 años se embarcó en un viaje con su hermano y familia, que terminó en Pakistán cuando el coche se averió sin solución. Después de un tiempo se trasladan a Bombay, donde pasados unos años, conoce a Vicente Ferrer cuando fue entrevistarlo para el periódico donde trabajaba. Desde ese día se convierte en su mas fiel seguidora y apoyo en cualquier idea que tenía su marido, ella era la “ejecutora” de cada proyecto que nacía en la mente de ese extraordinario hombre, siempre con el principal objetivo de ayudar a mejorar la vida de los dalits o intocables, en aquella zona de India, a día de hoy mas de 3 millones de personas.
Considero interesante incluir una estancia en la Fundación cuando se va a India. Te acogen durante 4 días/3 noches. Allí se conocen de primera mano todos los proyectos, desde las distintas escuelas, enfermería, sordo-mudos, ciegos etc… Su hospital de referencia en la zona. Las pequeñas industrias de manufacturas que dan trabajo a mujeres, como artesanía del yute. Las acciones encaminadas al empoderamiento de la mujer ayudándolas a crear su sustento con pequeñas empresas a base de microcréditos. La ayuda a mujeres que sufren maltrato. La construcción de viviendas dignas, donde proporcionan el material y toda la familia colabora en la construcción, para poder abandonar sus chabolas hechas de adobe y paja, que se destruye con cualquier inclemencia del tiempo.
Uno de los espacios que más me sobrecogieron es la casa-escuela de discapacitados psíquicos, no solo acogen a los niños huérfanos o abandonados, también colaboran con las madres y les enseñan como cuidarles y evitar que sean abandonados por su dificultades de crecimiento y desarrollo.
La Fundación recibe ayuda de numerosas instituciones, pero una parte fundamental son los apadrinamientos, si tienes la suerte de hacerlo personalmente y conocer a la niña/o apadrinada/o y su familia se crea un vínculo especial. Como no siempre es posible, también se puede hacer en las distintas sedes que hay en España.
En definitiva una experiencia que aconsejo realizar, esperamos que pronto sea posible volver, yo no pienso en otro viaje que no sea regresar a Anantapur.