Ameca Ameca es un pueblo situado en las faldas de volcán Popocatépetl. Como tantas otras ciudades y lugares interesantes no aparece en ninguna guía de turismo. Habíamos llegado allí en busca del “Paso de Cortés”, lugar por donde accederíamos días más tarde a las inmediaciones del también volcán Iztaccíhuatl, al que queríamos ascender.
Por fin habíamos dejado atrás lo que bauticé como el “Inframundo”, el amasijo de cientos de villorrios sin orden que atomizan el valle de México. Por fin aparecía el paisaje rural, los cultivos de maíz, de papas, de legumbres, salpicados de grandes árboles tropicales que agarran con fuerza en la fértil tierra de los volcanes. Ameca Ameca guarda parte de su pasado colonial y de su importancia por estar situada en el llamado “Camino Real” que unía Veracruz con Ciudad de México. Alrededor de la gran plaza central y ocupando muchas cuadras se encuentra el abigarrado mercado. Miles de puestecillos, de verduras, frutas tropicales, carnicerías, tortillerías, puestos donde preparan el nopal, mini restaurantes de carnitas, tacos, pescados, tamales, especias, fritangas de todo tipo, ajetreo de gentes y de vida. El mercado de Ameca Ameca te reconcilia con el Méjico que esperabas encontrar. Aquí compramos “chapulines”, esos pequeños insectos colorados parecidos a los saltamontes. En un restaurante nos los prepararon fritos al ajillo. Se parecían a nuestros “camarones” y hubo que regarlos con cerveza para ayudarlos al tránsito hacia nuestro interior. Días más tarde, en la falda de otro volcán, el Orizaba, nuestro Guía y colega Lupillo nos dijo: –amigos, ¡las patitas no se comen, se quedan agarradas en la garganta, no más! –Lupillo y los Chapulines, tan México.
© Faustino Rodríguez Quintanilla, texto y fotos.
Ameca Ameca (México), noviembre de 2015.
Jerez, julio de 2016.
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