Después de varios días de viaje a través de tortuosas y solitarias pistas de tierra, atravesando valles y sinuosos pasos de montaña, vadeando ríos y tragando polvo... aparece como un "espejismo", el Bagdad Café.
Un cafetín perdido en medio de la nada, un nombre sugestivo, exótico y orientalista, hoy desgraciadamente unido al dolor de un pueblo. Como en todos los chamizos de los lugares más remotos en los que haya estado, el camarero y también dueño nos recibió con los brazos abiertos y con la más pura hospitalidad musulmana. En una tarde fría, bajo las cumbres nevadas del Atlas, a las afueras de una pequeña aldea bereber, un té a la menta, caliente, muy caliente nos reconfortó con creces..., siempre lo poco en estos mundos remotos, es, sin duda, mucho.
© Faustino Rodríguez Quintanilla, texto y fotos.
Alto Atlas central, octubre de 2002.
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