Nueva Providencia es un villorrio situado en el corazón de Chiapas. No es fácil llegar aquí, son necesarias muchas horas viajando en camionetas locales a través de caminos tortuosos, llenos de lodo y de barrancos oscuros.
Y no hubiéramos llegado hasta allí si antes no hubiéramos estado explorando las selvas de los llamados Montes Azules. Aquella tarde Gilberto, nuestro guía, o “Don Gil”, como lo conocían por aquéllos parajes, nos propuso alojarnos en casa de una familia amiga.
Chiapas salió de su secular anonimato en los años 80 del siglo pasado, cuando el “Subcomandante Marcos” puso en pie de guerra a los indígenas de la región, formando el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y poniendo en jaque al Estado Mejicano. Algunas cosas han cambiado desde entonces pero no todo lo que soñaron. La tarde caía plácida cuando llegamos a la aldea. La señora Dominga y el señor César nos dan una calurosa bienvenida -¿qué les trae por estos horizontes?-, y junto con ellos salen sus hijos y nietos, Israel, Luci, Yunidia, Bibiana, Jesús, Alexandre, Rubén, Mauricio, Gustavo y Joel. Todos lucen una amplia sonrisa y se muestran curiosos ante los viajeros que esta noche vamos a compartir sus aposentos. Con los últimos rayos de sol damos una vuelta por el pueblo, huele a plantas aromáticas, a finos aromas de yerbas quemadas y a dulces fragancias que exhalan las selvas cercanas. Al poco un fuerte aguacero nos devuelve a la casa. La señora Dominga está preparando un caldo de pollo con verduras y un guiso de “Armadillo” con papas. – El Armadillo lo cacé esta mañana con mi tío Israel, me dice Jesús, uno de los nietos. – Empezamos a “arancar” el Armadillo a las nueve de la mañana y terminamos a las cuatro de la tarde. Todos los niños nos rodean, ellos ya han cenado y Dominga nos ofrece ahora el turno. Nos situamos junto al fuego de leña y saboreamos los excelentes guisos. - ¿Está bueno el caldito, quieren más?, Aquí tienen un poco de arrocito. Gilberto, Don Gil, está contento de que estemos a gusto, “en buena onda”, como le gusta decir. Y no es menos cierto de que estamos muy a gusto y emocionados con la extraordinaria amabilidad y atenciones de esta gente extraordinaria. Al poco nos vamos a un cuarto, a una cabaña hecha de tablones de madera y techo de chapa en donde la lluvia rebota con fuerza. Vamos a descansar un poco pues mañana saldremos para Comitán y San Cristóbal de las Casas. Los niños están muy despiertos y no paran de jugar. La señora Dominga nos trae unas “cobijas” para poner en el suelo. Ella, la pequeña Yunidia y el abuelo César dormirán en un catre junto a nosotros, en la misma habitación y todos los niños desperdigados por los rincones.
Días más tarde, en un chamizo de la costa del Pacífico, a varios cientos de kms. de nuestra Nueva Providencia, conocimos a Daniel Castillejos. Entre cerveza y cerveza a Daniel, joven político del Partido Revolucionario Colosista, se le esparció la lengua y entre diferentes historias nos dijo, - miren, el sr. Gobernador va por ahí abrazando a los indiecitos y a lo chamaquitos de Chiapas y luego el muy pendejo vuelve en helicóptero diciendo –buff, quítenme ese olor, apesto a indio.–
Aquélla noche, junto al rumor oscuro del océano, volví a acordarme de nuestra entrañable familia de Chiapas y no por menos pensé en lo cabrón que puede llegar a ser un “dirigente”.
Chiapas, Méjico. Noviembre 2015.
Jerez, Noviembre 2017.
Texto y fotos © Faustino Rodríguez Quintanilla
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